martes, 5 de agosto de 2008
Cultura, religión y arte en la Mesopotamia
El zigurat de Aqarquf, cerca de Bagdad, siglo (XIV-XIII a.C.)
Escultura
Estela de victoria de Naram-Sin de Susa (siglo XXIV a.C.).
Dioses y creencias
Los datos sobre las religiones mesopotámicas provienen de las tablillas de arcilla halladas en las ruinas de Babilonia, Nippur y Ur, de la gran biblioteca reunida por Assurbanipal en Nínive (siglo VII a.C.) y de los restos arqueológicos de templos, vasos pintados y estelas con bajos relieves.
Alrededor del 4000 a.C. se empezó a practicar el culto a las fuerzas de la naturaleza, consideradas divinidades de la fertilidad.
En un segundo período, a partir del 3000 a.C., los dioses tenían forma humana; sus atribuciones y funciones se definían y diferenciaban claramente, sin que ninguno dominara sobre los otros.
El tercer período comenzó alrededor del 2000 a.C., que correspondió al desarrollo de una religión más personal, con ideas sobre el pecado y el perdón, y la inclusión de los dioses en una jerarquía monárquicamente estructurada, presidida por el dios del grupo dominante.
Algunos de los dioses más importantes fueron: Anu -Anum para los acadios- que estaba en la cúspide del panteón sumerio, dios del cielo que regía las estaciones y el calendario; Enlil, dios de los vientos y de la agricultura, y ejecutor de los designios de la asamblea de los dioses; Ninhursag, diosa que dominaba en las montañas rocosas y en la vida salvaje, y presidía los nacimientos; Enki era la divinidad del agua dulce de los ríos y pantanos, creador de los hombres e inventor de la civilización, dios de la sabiduría y la magia, padre de Marduk -dios acadio- y salvador de Ut-Napishtim - el Noé de las leyendas mesopotámicas- al prevenirlo del gran diluvio; Ereshkigal y su esposo Nergal reinaban en el mundo subterráneo.
Ishtar
Estatuilla de bronce del demonio Pazuzu. Encarna al viento del sur, que acarrea tormentas y fiebres. Es un genio perverso, de acción nefasta.
Para los mesopotámicos la naturaleza humana era a la vez terrenal y divina, ya que el espíritu del hombre sobrevivía a la muerte y habitaba como una sombra triste, sin distinción de culpabilidad, en el reino de los muertos. El destino de los hombres era servir a los dioses y a sus templos, para que éstos quedaran liberados de todo trabajo material. De este modo, el hombre no era considerado como un fin en sí mismo, sino como un medio para la vida de la divinidad.
Por esta razón, los templos fueron el centro de la vida económica, política y cultural. En la época de las ciudades independientes, el gobernante estaba encargado de cuidar el templo del dios, y su mujer, el de la diosa local. En los períodos en que las ciudades se unían en un reino, el rey supervisaba todos los templos.
Durante largo tiempo, los reyes fueron divinizados y protegidos con rituales contra cualquier amenaza o la pérdida de sus poderes. Posteriormente se volvió a la concepción del rey como vicario del dios.
Organización política, económica y social
El rey o emperador era la autoridad máxima. Su poder era absoluto, hereditario y de carácter divino; pero no era considerado un dios como entre los egipcios, sino un intermediario entre los dioses y sus súbditos. Por lo tanto, era el primer sacerdote y quien administraba el Estado y dirigía el ejército. En las decisiones importantes era asesorado por un grupo cercano de sacerdotes.
No existía la propiedad privada, ya que los terrenos adyacentes a la ciudad pertenecían al dios.
Respecto a las diferencias sociales, estaban los hombres libres, entre los que se contaban la nobleza, los sacerdotes, los funcionarios reales, los pequeños propietarios y los comerciantes; los meshkin u hombres insignificantes, ex esclavos que habían comprado su libertad; y los que no eran nada, esclavos y prisioneros de guerra.
La principal riqueza de la región era la agricultura, por lo que las autoridades tenían estricto control sobre los canales y el reparto de las aguas. Fueron los inventores del arado. Practicaban la ganadería de ovejas, cerdos, cabras, bueyes y asnos, y criaban patos y aves. Además, consumían los frutos de la caza y la pesca.
Los utensilios eran de arcilla cocida, madera y piedra; el cobre apareció desde el cuarto milenio, y el bronce, en la segunda mitad del tercero.
Como ya se detalló, el comercio exterior también fue clave, tanto que inventaron la moneda para facilitarlo. Vendían armas, telas y joyas, e importaban marfil, madera, vinos y metales.
El arte mesopotamico
Como esta civilización estaba fundamentada sobre un sistema político teocrático -dependiente de los sacerdotes- y absoluto, las manifestaciones artísticas respondían a los intereses del Estado y el culto religioso, lo que no limitó su originalidad y valor artístico.
Para clasificar el arte mesopotámico se han considerado tres factores:
• La guerra fue una preocupación constante, lo que determinó que gran parte del arte se dedicase a la glorificación de las victorias militares.
• El rol destacado de la religión en los asuntos del Estado, por lo que se dio primordial importancia a los edificios religiosos. Gran parte de las esculturas eran con fines espirituales.
• La influencia del entorno natural. Como no habían piedras ni madera en el valle, a excepción de lo que se importaba, debieron utilizar en sus construcciones ladrillo y adobe -mezcla hecha en base a lodo arcilloso-, que son materiales de menor duración. Por eso han quedado tan pocos vestigios de esta cultura.
Arquitectura
Todos los pueblos que poblaron Mesopotamia construyeron, a orillas de los ríos Tigris y Éufrates, grandes ciudades que eran centros políticos y religiosos. Las principales fueron Ur, Babilonia, Assur y Nínive.
Los templos y edificios se hacían de miles de ladrillos y adobes. Para recubrir las paredes empleaban azulejos que les daban un gran colorido. También eran comunes las figuras de toros alados.
Los templos tenían base cuadrangular, sobre la que se construían torres escalonadas, como pirámides, llamadas zigurat, cuyo objetivo era invitar a las divinidades a descender y residir entre ellos. Por ello, en la cima se encontraba el santuario del dios, que por lo general se dividía en dos cámaras. En una estaba el altar, y en otra, la mesa de sacrificios. A estas instalaciones solo podían acceder los sacerdotes, para llevar diariamente las ofrendas. Los zigurats o torres más importantes son los de las ciudades de Babilonia, Ur, Eridú, Kish y Uruk.
Zigurat
Las paredes internas de los templos solían adornarse con mosaicos pintados en colores vivos, a manera de murales.
Los palacios caracterizados por relieves esculpidos en las paredes de las habitaciones, como el de Tell al-Asmar, fueron mayoritariamente construidos por los acadios, al igual que las fortalezas, como la de Tell Brak.
En el tiempo de los asirios, grandes palacios como los de las ciudades de Nimrud, Khorsabad y Nínive reflejaban el nuevo interés en edificios laicos y la grandeza del imperio. Elevados sobre una plataforma, en sus puertas había inmensas esculturas de piedra.
Durante el período neo-babilónico, se amplió la ciudad de Babilonia. Los edificios públicos se dispusieron a lo largo de un amplio camino que conducía al centro de la ciudad, al templo y zigurat de su dios Marduk.
El culto religioso estimuló el desarrollo de la escultura sumeria. Las figuras de piedra, principalmente masculinas, suelen estar de pie o sentadas, con las manos cruzadas en actitud de oración. Desnudos de la cintura para arriba, llevan una falda con adornos en forma de pétalos superpuestos. De cabello largo y barbas muy pobladas, fácilmente reconocibles porque terminan en un corte recto.
Las esculturas más conocidas son la treintena del gobernador de Lagash, Gudea, y de un patesi o príncipe sacerdote de la ciudad (de alrededor del 2200 a.C.). Son de piedra labrada y dan una impresión de serena autoridad.
Los relieves en piedra -presentes en los palacios- fueron un medio de expresión muy extendido entre los sumerios. Se han encontrado fragmentos de estelas conmemorativas. Por ejemplo, la estela de los buitres, que conmemora una victoria militar pero tiene un contenido religioso.
Otra importante forma de expresión fueron los sellos cilíndricos, delicadamente grabados en piedra. La mayor perfección en esta técnica la habrían alcanzado los acadios.
Con posterioridad se empezaron a hacer esculturas en metal, caracterizadas por un mayor refinamiento y cuidado de los detalles. Mesopotamia pasó desde la Edad del Bronce a la del Hierro en alrededor de tres milenios.
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